Sobre mí

Pocos recuerdos me dan tanta calma como verme balanceándome en la hamaca que mi papá nos había construido. Colgaba de las vigas del garage de la casa que me vio nacer, en una ciudad chiquita al sur de la provincia de Buenos Aires.

 

Cuando la hamaca iba hacia atrás yo sabía que era el momento de tomar envión para llegar más alto y cuando finalmente me proyectaba hacia adelante, cerraba los ojos y me sentía en el cielo. Ahí, la sensación era de una felicidad inexplicable, una certeza de que todo lo que me esperaba por delante en la vida, iba a ser maravilloso. El mundo y yo éramos uno. 

 

El tiempo pasó y la vida fue transcurriendo bajo la atenta mirada del "deber ser”. El mundo y yo nos fuimos separando para volverme responsable en lugar soñadora. Me convertí en Psicóloga, me certifiqué como coach y me desempeñé como Consultora organizacional ayudando a las personas a navegar los cambios. 

 

Durante gran parte de mi vida, la adictiva satisfacción que brindaba el sentirse parte de lo esperado por la sociedad, me permitió sostener tres trabajos y cumplir con largas jornadas de demandas interminables. Pero nunca era suficiente, nunca se sentía del todo completo. Fue entonces cuando me encontré viviendo en una especie de piloto automático, cumpliento con expectativas y mandatos que poco tenían que ver conmigo. En medio de una gran crisis personal y la sensación de estar atrapada en la vida que yo misma había construido, conocí a Guido y junto con él, venía la oportunidad de dejar atrás todo lo conocido y mudarme a Londres. 

 

 Fueron meses y meses navegando entre la (in) comodidad de lo conocido y la incertidumbre de lo desconocido. ¿Y si era esta una oportunidad para reinventarme? ¿Y si era esta la forma de liberarme del deber ser? Éstas y otras preguntas me acompañaron cada día hasta que apreté enter y compré el ticket de avión que me llevaría de Buenos aires a Londres en noviembre de 2018. Lo hice no porque haya encontrado las respuestas a esas preguntas sino porque en algún rinconcito de mi ser, fue como conectar con la sensación de paz de la hamaca proyectándome al cielo, al mundo.

 

Después de casi cuatro años donde mi exigencia y perfeccionismo intentaron replicar lo conocido , aprendí que reinventarse no tiene que ser algo perfecto, lineal o de una vez. Aprendí que nos reinventamos cada día, en cada momento que nos priorizamos por encima del deber ser o los mantos que nos precedieron. Este blog, es la hamaca de mi infancia que me impulsa hacia adelante y me conecta con mi pasión por la escritura. Es el lugar donde el mundo y yo, volvemos a ser uno. Espero que lo disfrutes tanto como yo.

 

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