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  • María Florencia Vazquez

La Ley de la cosecha

Por acá en Londres estamos transitando los últimos días de verano para comenzar el otoño. El color verde de los árboles, está dando paso a diferentes tonalidades de ocre y el crujir de las primeras hojas secas empiezan a sentirse.

Mientras caminaba hoy por el parque, me acordé de un autor que me gusta mucho, Stephen Covey, cuando en uno de sus libros reflexiona sobre las leyes de la naturaleza. El autor dice que actúan con independencia de nuestro conocimiento o acatamiento, simplemente ocurren.


La naturaleza es sabia y a través de sus ciclos o estaciones también podemos descubrir que todo tiene su tiempo. Nuestros antepasados supieron entender la naturaleza y se adaptaron a ella. Sembraron los campos de acuerdo a sus leyes, sus ritmos. De este modo, “debo preparar la tierra, desbrozarla, sembrar en ella, regarla y luego abonar gradualmente para que el cultivo crezca y se desarrolle hasta alcanzar su plena madurez” dice Covey.


Siguiendo este razonamiento plantea cuán absurdo resultaría por ejemplo “olvidarme” de sembrar en primavera, holgazanear durante el verano y después trabajar muy duro durante el otoño para obtener la cosecha. En una granja o en un campo, esto no vale: hay que trabajar diariamente con un objetivo en mente para poder alcanzar un resultado. Resulta fácil verlo en el plano de la agricultura. Sin embargo, cuando vamos al ámbito de nuestra vida privada:


  • ¿Por qué nos cuesta tanto ser pacientes con nuestro desarrollo personal y nuestro proceso de aprendizaje?

  • ¿Por qué llegamos a ser tan críticos y duros con nosotros mismos cuando nos vemos involucrados una y otra vez en las mismas situaciones?

  • ¿Por qué seguimos comparándonos con otra persona / situación o ideal de lo que debería ser?

  • ¿Por qué seguimos buscando lo instantáneo, lo rápido, como si transitar un proceso hubiese quedado obsoleto, como si las soluciones que toman un tiempo, estuvieran equivocadas?


Muchas veces, en el afán de no quedar afuera de una sociedad que fomentar la inmediatez, lo instantáneo y las soluciones rápidas, nos aferramos al corto plazo y lo urgente. Pero en el fondo, sabemos que no es por ahí. En el fondo, sabemos que las grandes transformaciones personales derivan, en gran parte, de tener la valentía suficiente para romper con hábitos y formas de pensar y eso, de la misma manera que cosechar, lleva tiempo.


En el fondo, sabemos que las grandes transformaciones personales derivan, en gran parte, de tener la valentía suficiente para romper con hábitos y formas de pensar y eso, de la misma manera que cosechar, lleva tiempo.

Cuando pienso en los últimos grandes cambios que hice en mi vida, me doy cuenta cuan importante fue permitirme el tiempo necesario para que sucedieran, a pesar de que muchas veces me sentí perdida completamente en el proceso. Hoy puedo ver que no solo pude aprender mucho de mí misma y cuales eran mis necesidades, sino que además, fue en ese tiempo en el cual me convertí en la persona que necesitaba ser para manifestar una nueva realidad.


El camino del desarrollo personal y el autoconocimiento es algo que dura toda la vida. Estoy convencida que se alcanzan diferentes “estadíos” pero siempre podemos seguir aprendiendo y puliendo nuestra mejor versión.


En ese camino tan único y personal, todos estamos en diferentes momentos, por eso, no tiene sentido compararse. Las comparaciones sólo pueden traer inseguridad y nunca son justas.


Sé tu propio punto de referencia para medir tu progreso.

Así mismo, muy contrariamente a lo que nos han hecho creer, la solución no está ahí afuera, sino que proviene de adentro, el crecimiento es de adentro hacia afuera. Por eso resulta tan importante aprender a escucharse. Quizás este, sea uno de los desafíos mas grandes que tenemos por delante los seres humanos en la actualidad, escuchar nuestra propia voz.




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